Por: Alma Rosa González Herrera
Las palabras en mi mente merodean silenciosas intento escribir una pieza de oratoria, y solo brotan incoherentes palabras. ¡De pronto! palabras sensatas asoman la cabeza. ¡Mi amigo el viejo encino! que en su gabán de hojas polvorientas por los años, esconde su historia, de poeta. Con pedazos de corteza elaboró un lápiz y con letras de lágrimas, escribe el cuento de su vida amorosa y literaria. Clavando la cuartilla con alfileres del recuerdo en el azul violeta de la tarde.
Se sienta en la
banca de los días, y el rocío se confunde con su llanto, al añorar la paloma
consentida que un día primaveral anidara en su follaje, así meditabundo dice:
Me estoy muriendo en este purgatorio, aún recuerdo que la cubrí con mi tinglado
verde, del sol que lanzaba vocanadas de oro hirviente sobre su frágil cuerpo.
La protegí de la
lluvia, que con agujas de hielo clavaba su tierna carne.
¡Cuánto disfruté
su canto de quimera! que en sonata de engaño llegaba a mis oídos.
¡Cuánto quise a la
paloma! que reguardé su nido y sus polluelos los mecí en mis ramas.
Mis cuerdas verdes
ungidas con la luz de su presencia en un cielo de montes y de sombras vio
esfumarse mis proyectos de amor, y un acorde de silencio bailó en mi follaje.
La esperanza de
vida recorre los lugares de su ausencia.
Junté sus plumas y
las cocí a mis hojas, con pebetero esparcí su aroma en el lago infeliz de mi
existencia, donde un canto de abandono se eleva hasta el espacio, con abatidos
arpegios de silencio.
Ahora:
Estoy viejo
Estoy viejo
La savia que me
nutre no succiona rencores.
En las noches la
Luna acaricia mi tronco con sus húmedos labios.
Las aves arriban
con risas de canto, en alcayatas verdes cuelgan nidos trenzados.
Despedí la
tristeza.
Exprimí una
lágrima en las manos del tiempo, olvidando su nombre y su dilema.
Escribiré otra
historia:
De un árbol
soñador que cuenta cuentos, que juega con palabras y cocuyos, para olvidar así,
entre cenizas. Que cayeron pedazos de mi vida sin motivo.
Adornaré la
historia con luces, luciérnagas y flores. Para que su recuerdo te mastique las
fauces del olvido.
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